Causa un dolor profundo la trágica muerte en accidente de tránsito de Alexis Reto Agurto, profesor de Lengua y Literatura en la Universidad de Piura. Más aún para quienes deben convivir desde ahora con su ausencia, en su familia –sobre todo su esposa y su hijo a quienes tanto amaba, que tanto lo enorgullecían– y […]
Por Manuel Prendes Guardiola. 22 mayo, 2014.Causa un dolor profundo la trágica muerte en accidente de tránsito de Alexis Reto Agurto, profesor de Lengua y Literatura en la Universidad de Piura. Más aún para quienes deben convivir desde ahora con su ausencia, en su familia –sobre todo su esposa y su hijo a quienes tanto amaba, que tanto lo enorgullecían– y en su gran círculo de amigos. En el trabajo, era admirable su viva curiosidad de buen profesor que nunca deja de ser estudiante, así como su entrega entusiasta a otras actividades universitarias, especialmente las deportivas. También su delicadeza y cordialidad de trato con todos: siempre sonreía, jamás le vi perder la calma y el buen humor. Menos aún quejarse.
Otro compañero suyo, antiguo profesor además, el doctor Crisanto Pérez Esain, le dedica estas palabras de homenaje a las que poco cabe añadir:
«Temprano madrugó la madrugada”
“Pedimos prestado un verso de Miguel Hernández, de su elegía a la muerte de Ramón Sijé, para despedirnos de Alexis. Nuestro pasado alumno, nuestro presente compañero, nuestro profesor, nuestro amigo. La madrugada de la muerte ha llegado en su caso más temprano de lo esperado, cuando tantos y tantos proyectos quedaban por acometer: maestría, doctorado, edición definitiva del ‘Telémaco en la isla de Calipso’, a cuyos versos había dedicado ya tantas y tantas horas de análisis y buenas y entusiastas conversaciones. La madrugada de su muerte nos ha despertado de nuevo a todos, como las de las personas que conocimos y que ya no están con nosotros. También, en el caso de Alexis, esperamos que para contar con él en el día a día, sepamos levantar la mirada por encima del horizonte cotidiano, hacia el cielo”.
“Si una espina se nos quedó clavada, al menos en mi caso, fue quizás la de no ser su alumno sino apenas su oyente en algún congreso. Conscientes del entusiasmo con que afrontaba la preparación de las clases, con una precisión y creatividad que rezumaban, más que rigor, cariño por las pequeñas cosas, hubiera asistido a sus clases para aprender todas aquellas cosas que no dicen los libros pero que enseñan los buenos profesores”.
